jueves, 30 de julio de 2009

Fragmentos de "Lágrimas de una eternidad carmesí" (II)

Continuamos adentrándonos en los sombríos senderos de la oscuridad, impresionando a cada paso nuestras trémulas huellas en el fango que, viscoso, anega las lindes del camposanto... caminando entre estatuas de melancólica mirada y ángeles desterrados, fieles guardianes de almas perdidas en la noche de los tiempos a buen recaudo entre los húmedos muros de panteones inmemoriales; las almas de aquellos y aquellas que, por divino designio, no regresarán. ¿Estamos segur@s de que no lo harán...? A continuación, dos nuevos breves fragmentos, en esta ocasión, pertenecientes a la primera de las dos partes de la novela.
Primera Parte ("Medianoche en el jardín de las almas.")
"La mañana se había tintado de gris... En el dormitorio de sir Anthony se respiraba un ambiente húmedo, insalubre... Las ventanas se hallaban cerradas a cal y canto y la enorme chimenea estaba encendida. Aun así, Edgar comenzó a sentir un frío desazonador masticando lentamente sus huesos. El anciano sir Anthony hablaba lentamente, con la pesadumbre reflejada en los ojos. La charla giró en torno a los hechos acontecidos durante el largo periodo de tiempo que Edgar había pasado fuera de la residencia señorial. Tenían mucho de lo que hablar... habían pasado tantas, tantas cosas... tantos sucesos que Edgar desconocía... el inesperado ingreso de su hermana, Cassandra, en un convento tras su partida... su posterior regreso a Houmpton Manor, tres años más tarde, apenas unos meses antes de la aparición de aquella cruel enfermedad que desembocó en su prematuro fallecimiento... el desconcierto de los galenos ante la extraña afección... la arrebatada locura de su padre, al cobrar consciencia de la irreversibilidad del proceso por el cual la vida de Cassandra se consumía presurosamente y sin explicación racional alguna... su propia y sorprendente muerte, días más tarde, dolorosa, agónica, al parecer contagiado del mismo inexplicable mal que había afligido a su hija... Fueron tantas las amargas sensaciones que estas palabras le produjeron a Edgar, tan intensos los remordimientos que, sórdidos, acusadores, asaltaron su desconsolada mente, que le resultó imposible reprimir el cálido torrente de lágrimas que, brotando directamente desde algún lugar de su consumido corazón, bañó dolorosamente sus mejillas... (...)" "(...) La temperatura era ahora muy diferente. El sombrío otoño, preludio de gélidas nieves y turbias tormentas, había hecho su aparición unas semanas atrás. Un mórbido silencio parecía ir adueñándose del solitario lugar a medida que el sol, trémulo, sangrante, iba tiñendo con un leve matiz escarlata todo cuanto abarcaba la vista, justo antes de esconderse tras la inalcanzable línea del horizonte. Enjugó las lágrimas con un gesto de su mano... Era inútil continuar mortificándose por lo que había sucedido... ya no había vuelta atrás... Nunca la habría ya... nunca. El tiempo avanzaba, inexorable. Húmedos jirones de resbaladiza, espesa neblina, comenzaban a derramarse sobre las amenazantes formas que le rodeaban, cubriendo insidiosamente sus retorcidos contornos, acariciándolos, lamiéndolos, despojándolos pausada, despiadadamente, de su hálito vital, transfigurándolos en fantasmagóricas siluetas danzando bajo la incierta luz del crepúsculo agonizante... Era hora de volver a casa. Las sombras de la noche ya se deslizaban tenebrosas a su alrededor en el preciso instante en que Edgar decidió, finalmente, levantarse del banco." (Copyright 2007; Material protegido por derechos de autor).

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