sábado, 24 de abril de 2010

"Retorno" (Microrrelato homenaje a Edgar Allan Poe)

Otro de los microrrelatos que escribí como homenaje a Poe. En él podemos intuir trazos de, entre otros, "La cita", "La verdad sobre el caso del señor Valdemar" y sus macabros relatos acerca de las "révenantes"...
"Retorno" (2009)
La luna centellea, fantasmagórica, en las insanas aguas del canal. Recuerdo tus palabras... las recuerdo... y me atormentan... Vuelven a invadir mi mente, una y otra vez, flotan en ella, sin tregua, sin descanso, como esas deslucidas góndolas, amarradas frente al ventanal, que melancólicamente se balancean con un eterno crujido, imparables, sin cesar... "Conozco la única forma de burlar a la muerte... Amarte... amarte desesperadamente, con todas mis fuerzas, sin medida, sin fisuras... a pesar de tus desprecios, de tus imperfecciones... amarte incondicionalmente, como nunca nadie te ha amado, más allá de la vida y la muerte, más allá del rechazo y del dolor... Amarte como sólo yo te amo..." Vanas palabras. Nada pudieron contra esa terrible, pavorosa enfermedad... Y ahora, a través de la bruma, escucho absorto, incrédulo, tu llamada... apenas un susurro... Sí, sé que eres tú... sé que esa es tu voz... Estás ahí, frente a mí... Intuyo tu mirada desde el fondo de una de esas inquietantes, hipnóticas máscaras de carnaval, que provocaban tu fascinación... tu cuerpo se insinúa todavía terso, envuelto en alegres y brillantes sedas multicolor. Lentamente deslizas la máscara, descubriendo tu rostro aniquilado por la podredumbre y, sin más preámbulos, me sumes en el eterno abrazo de la desolación.

domingo, 18 de abril de 2010

"La cena" (Microrrelato)

"La cena" es otro de los microrrelatos que escribí para el certamen homenaje a Poe de "ArtGerust", aunque en este caso, se trata de un relato que nada tiene que ver con su obra, ya que el único requisito para la inclusión de los microrrelatos en el certamen (aparte de su extensión), era que los mismos pertenecieran al género de terror...
"La cena" (2009)
La nieve dificultaba su avance. Divisó, sorprendido, la silueta de una solitaria casa a lo lejos, a través de la ventisca, en el momento en que estaba a punto de desfallecer. El frío calaba profundamente sus huesos. Vio una luz parpadeante a través de una de las ventanas de la planta baja del viejo edificio perdido en medio de aquel inhóspito bosque. Dios, había alguien allí... Un último esfuerzo... Alcanzó el porche y llamó a la puerta de forma compulsiva. Tuvo que repetir la llamada un par de veces. La vieja puerta finalmente se abrió, emitiendo un espectral chirrido. Una niña vestida a la antigua usanza, de aspecto famélico, esquelético, casi cadavérico, le miró fijamente desde el umbral, provocándole un escalofrío.

George titubeó antes de comenzar a hablar. - Mi coche se ha averiado unos kilómetros más atrás... el teléfono se ha quedado sin batería... continúa nevando... ¿Puedo entrar? La niña miró hacia el interior, antes de asentir. - Pase... Una mujer confinada en silla de ruedas, de riguroso luto y negro cabello recogido en un anticuado moño, desmesuradamente delgada al igual que la niña, le miraba desde su posición con una ávida e inquietante expresión en sus ojos. - Íbamos a comer. ¿Querría acompañarnos? -Unas mugrientas verduras, estropeadas, ennegrecidas, constituían el repulsivo menú. La mujer miró el plato que tenía frente a sí con una extraña expresión antes de volver a hablar- No tenemos otra cosa...
- No, gracias... quizás más tarde...
Un fuerte impacto en la nuca le hizo caer en la inconsciencia.
. . .
El suculento aroma de la carne cocinada se esparcía por la casa...
George sí estaría aquella noche en la cena... aunque no en calidad de comensal.

domingo, 11 de abril de 2010

"El otro" (Microrrelato homenaje a Edgar Allan Poe)

Continúo esta semana con otro de los microrrelatos inspirados en la obra de Poe. En esta ocasión el texto está libremente basado en la idea desarrollada en su relato "William Wilson". Felices pesadillas...
"El otro" (2009)

Un escalofrío recorre, insidioso, mi espina dorsal...

Sé que no hay nadie más aquí. Estoy solo en este caserón.

Me sitúo, desconcertado, frente a una de las desvencijadas paredes, allí donde un golpe seco ha puesto en alerta mis sentidos. Mi pulso se desboca...

Observo atónito, aterrado, mi imagen pulcramente enmarcada frente a mí, ahí, al otro lado... ésta me devuelve una mirada fría, extraña, quizás sorprendida... el filo de un enorme cuchillo, impregnado en su extremo de un negruzco y espeso fluido escarlata, relampaguea en su trémula mano derecha... la sangre -húmeda, viscosa, obscena...-, cubre también sus gastados ropajes.

De pronto lo entiendo todo...

Aunque jamás hube dado crédito a esa absurda teoría, debo admitirlo, era cierta...

Existen...

Ése de ahí, el que me mira desconcertado, es mi “doppelgänger” (mi "doble"), pues lo que hay delante de mi no es un espejo, ni aquel que está frente a mí, al otro lado de la ventana, usurpando mi rostro, mis facciones, mi cuerpo, soy yo...

lunes, 5 de abril de 2010

"Nunca más..." (Microrrelato homenaje a Edgar Allan Poe)

Inicio esta semana la inclusión en el blog de los microrrelatos que escribí con motivo del certamen homenaje a E. A. Poe convocado por "ArtGerust.com" durante los últimos meses del pasado 2009, registrados vía "Safe Creative". Empezaré con aquel en cuya trama intento introducir una vuelta de tuerca respecto a la idea expresada en su poema "The Raven", y que tiene (en este caso) al propio Poe y a dos de los personajes del citado poema (Leonor y el cuervo) como protagonistas.
"Nunca más..." (2009)
"Prophet!' said I, `thing of evil! - prophet still, if bird or devil! By that Heaven that bends above us - by that God we both adore - Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn, It shall clasp a sainted maiden whom the angels named Lenore - Clasp a rare and radiant maiden, whom the angels named Lenore?' Quoth the raven, `Nevermore.' "
("The Raven"; E. A. Poe)

Cementerio de la Iglesia Presbiteriana Westminster, Baltimore. Nueve de octubre (1849).

Tan sólo cuatro condescendientes almas han asistido al sepelio.

Horas más tarde, el príncipe de los poetas malditos yace al abrigo de las nebulosas sombras de la noche, abandonado a su infausto destino por aquellos a los que un día amó, bajo la húmeda, fragante tierra tapizada de hojas muertas, de la ciudad que asistió a su última orgía de alcohol...

Una fantasmal silueta, lánguida, nívea, envuelta en negra seda, se arrodilla frente al montículo de tierra recientemente allanado. Las lágrimas queman, trémulas, sus mejillas, deslizándose inquietas bajo la liviana tela del velo...

"No estás solo, Edgar... estoy aquí..."

El incesante, atronador graznido de una estremecedora ave cuyo brillante plumaje semeja el ébano, resuena hiriente en la soledad de la noche. Repite sin cesar, una y otra vez, su mortal letanía ("Nunca más..."), impidiendo a la mujer escuchar -como si de una de las pavorosas creaciones de su amado bajo el influjo del opio se tratara-, el agónico, febril estertor, de la lucha contra la madera, ahí abajo.