martes, 18 de agosto de 2009

Fragmentos de "Lágrimas de una eternidad carmesí" (IV)

La niebla, viscosa e insana, invade lenta, fantasmagóricamente, las envejecidas arterias de un Londres ancestral. La sangre se desliza por la tibia piel de nuestro cuello, dibujando un sensual rastro escarlata. El dolor aguijonea brutalmente nuestro cerebro. Se derriten los sueños entre vapores de escarcha. La noche del alma se perpetúa en la mañana.
Un par de nuevos fragmentos de "Lágrimas...", pertenecientes a la segunda parte de la obra, ambientada en la actualidad. Segunda parte: "El lamento del ángel negro" "Lorelei camina por una calle concurrida, muy cercana al margen del Támesis. Lo hace lenta, pausadamente -a pesar de sus desesperadas ansias por llegar cuanto antes a casa... a su único y verdadero hogar...-, tropezando a cada paso con aquellos que caminan en su dirección, abstraída, perdida en el desorden de sus mórbidos pensamientos... se puede adivinar el desconsuelo despuntando en los bellos rasgos, camuflados bajo el siniestro maquillaje, de su rostro. Y aunque ese ensimismamiento no le permite ser consciente de ello, miles de ojos, ojos de todos los colores y formas posibles, despectivos unos, indiferentes el resto, se incrustan una y otra vez en su frágil y extravagante figura. La raya de los ojos, negra como el ébano, más gruesa de lo habitual en las chicas de su edad, se difumina bajo la estela de las lágrimas que resbalan lentamente por sus mejillas de alabastro. Aunque ya ha transcurrido algo más de un año, la idea del suicidio todavía no ha abandonado de forma definitiva su atormentada mente... Y tiene miedo... mucho miedo. Miedo a volver a caer... a volver a derrumbarse... La psicóloga había insistido. Las depresiones eran así. era imprescindible marcarse unas metas asequibles, unos objetivos a alcanzar. No podía seguir viviendo sin ilusiones, sin ninguna motivación. Ella tenía razón... Estaba luchando por conseguirlo... pero resultaba duro... tan difícil... A escasa distancia, las gaviotas sobrevuelan el río con sus característicos chillidos... El Big Ben anuncia las siete de la tarde con sus retumbantes campanadas desde el edificio del Parlamento, una bella construcción del siglo XIX que exhibe orgullosa sus altas torres, sus innumerables vitrales, sus agudas agujas y pináculos de piedra y el resto de fastuosos elementos arquitectónicos de estilo neogótico que adornan teatralmente su fachada." " (...) Ha llegado el momento. El olor de la cera derretida satura, viscoso, el ambiente... Álesar se prepara para consumar el acto... ese acto supremo que le proporcionará un grado de placer infinitamente mayor que el que le brinda la propia unión de la carne y el espíritu... el latido hórrido, etéreo, de "In Remembrance of a Shroud" de Dismal Euphony, acompaña dramáticamente sus movimientos desde los altavoces instalados en lo alto del enorme mueble de madera antigua, artificialmente envejecida, que preside el espacioso salón. Lorelei mantiene sus ojos sellados. Los agudos colmillos de Álesar brillan a la luz de las candelas. Sus ojos se tiñen, una vez más, con el rojizo fulgor que precede al derramamiento de la sangre de los inocentes... Todo dispuesto para la sacrílega ceremonia. Álesar acerca sus labios al cuello de Lorelei. Ella, aturdida, conmocionada, ajena al peligro, puede sentir su frío aliento latiendo sobre la garganta..." (Copyright 2007. Material protegido por derechos de autor).

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