domingo, 18 de octubre de 2020

"Pallidus domina sanguineum" (2020), poema gótico en "Romance nocturno", Quito (Ecuador)

 "Pallidus domina sanguineum" es un poema en prosa de temática vampírica que envié para la convocatoria que la editorial ecuatoriana "Romance nocturno" realizó hace unos meses con el objetivo de recopilar contenido (textos e ilustraciones ) para la publicación del primer número de su revista virtual de arte oscuro "Pétalos negros". Uno de los criterios para la selección de obras participantes era que estas abordaran una temática oscura, gótica o decadentista. Los responsables de la convocatoria me comunicaron que mi texto había sido seleccionado, pero más tarde se volvieron a poner en contacto conmigo para decirme que no habían recibido muchas propuestas más y que las que habían recibido no se ajustaban a los criterios requeridos para su publicación en la citada revista. La revista, por tanto, no ha sido publicada (al menos por el momento), pero tengo que agradecer al organizador de la convocatoria (Diego R. V.) que ya había trabajado en portada, maquetación, etc., que me haya enviado un enlace para el acceso a un boceto de lo que hubiera sido ese primer número con mi texto como único contenido.

Edito (Junio 2021): acabo de comprobar que en estos momentos, el enlace ya ha caducado y no se puede acceder al texto, pero podéis leerlo aquí a continuación.

Pallidus domina sanguineum… 

(Sangrienta dama pálida....)

 

…Y mientras, entre húmedos jirones de gélida bruma,

la tarde, hacia los mórbidos dominios de la lánguida noche,

bajo el manto grisáceo del cielo escarchado, se derrama,

la nieve, suspirando agónica por la luz olvidada,

ténebre sucumbe en sombras taimadas

y, al susurrante compás del viento invernal,

la aciaga espesura del aire desgasta…

 

Los minutos transcurren desmayados,

uno tras otro, pasan,

ajados, caducos, marchitos,

en polvorienta tela de araña se hilvanan…

 

Las centenarias estructuras de óxido y madera

de la siniestra casona victoriana,

de mis amados ancestros

tiempo atrás heredada,

perdiéndose en una sinfonía de inquietantes ecos,

a las sombras, con sus aterradores crujidos,

la infausta bienvenida brindan…

los tenues silencios, amordazan.

 

La noche, su manto ya ha extendido,

y los nervios, crueles, me ahogan…

Anoche te vi por primera vez,

apenas unos efímeros instantes…

 

En el pasillo del Teatro de la Ópera

que a mi palco, entre otros muchos, conduce,

distraídamente, sin darme cuenta, tropecé contigo,

pálida dama de arrogante mirada y exótico acento…

Dejando atrás a tu fantasmal séquito,

a mí dirigiste tus palabras…

una velada disculpa, levemente susurrada,

un escalofrío arrancó a mi médula

y, bajo el hechizo de tus insondables ojos,

irremisiblemente caí prendada…

El oculto paradero de mi residencia,

en las afueras de la laberíntica ciudad,

perdida entre páramos de sombras,

me sonsacaste sin esfuerzo, con tus sibilinas artes.

 

Me prometiste que hoy, aquí,

al caer la noche, en mis brazos caerías.

 

Y ahora espero, inquieta, tu llegada

y cuando a punto estoy de perder la calma,

en la oscuridad, el eco de un carruaje resuena…

 

De pronto, unos golpes secos,

retumban en la puerta de entrada…

Corro, portando en la mano,

un bruñido candelero.

Desciendo, casi a saltos,

cegada por el deseo,

los ajados e inestables escalones

de la vieja escalera de caracol,

que, inertes, crujen bajo mi peso.

 

Abro, temblorosa, la puerta…

Tu etérea, hipnótica figura,

en el umbral, fantasmagórica, se alza,

con la nieve y la brea nocturna como telón de fondo,

inmóvil, al otro lado de una línea imaginaria,

reclamas permiso para franquearla…

 

Lenta, pausadamente,

entre sombras amortajadas

realizamos el ascenso al primer piso

como si viviéramos en un sueño,

desde una espiral embrujada…

 

La oscuridad es sutilmente atenuada

sólo por pavesas y ascuas

que en la chimenea, pausadamente, perecen

y por la tenue luz de blancas velas,

repartidas en labrados brazos

de envejecidos y dorados candelabros,

desbordados por sombrías estalactitas

de antigua, ancestral cera requemada…

 

Te aproximas hacia mí con paso extático,

tu pálido rostro, tu fantasmal, irreal belleza,

la malherida oscuridad realza,

no se refleja tu silueta en el espejo,

apenas en el aire se escuchan tus pisadas…

 

Clavas en mis ojos, subyugados por la espera, 

tu abismal, obsesiva, arcana mirada…

y te dispones, temblorosa, anhelante,

a calmar la sed, a acallar el ansia…

 

Nuestras miradas arden, hablan,

se abisman oscuras

en profundidades deshilachadas,

en silencio, las caricias escapan,

no son necesarias más palabras…

 

El aroma del sándalo en el aire se mece,

se esparce laxo, evanescente,

atrapado en el mortecino ambiente,

camuflando, tenue, tu sepulcral hálito,

al denso olor de la derretida cera, se adhiere…

 

Lenta, lujuriosamente, tus colmillos horadan

(a contraluz de la pálida luna,

que insondable resplandece allá arriba,

al otro lado de la ventana),

la tersa piel de mi cuello,

palpitante, exultante, rosada…

 

Las trémulas llamas de las velas titilan,

moviendo a su antojo, como extrañas titiriteras,

las viscosas sombras, las brumosas tinieblas,

que, danzando al son de un lóbrego vals, 

de un mal sueño, desentierran…

 

Y sé que brillan tus ojos, perdidos en el voluntario goce,

que, ajenos, buscan la roja inmensidad derramada,

y tu lúbrica, jadeante lengua,

a duras penas abarca

los fragantes riachuelos escarlata

del oscuro elixir de la vida eterna,

que, a través de sendos, profundos orificios,

apremiantes, condenados, sentenciados,

como la esperanza, la vida y la fuerza,

de mi cuerpo escapan…


(© José Luis Romero Campillos, 2020)

Saludos.

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